7 de noviembre de 2009

Semillas que cultivar



Anoche me di cuenta de lo exageradamente rica que era, fue tan repentino que la abundancia casi me quita el sueño, claro, un giro de ideas muy radical, de comer migas de mendrugo, a darme cuenta que puedo tener la cosecha más grande de la historia.

Tengo miles y miles de semillas, hay tantas que es imposible contarlas, podría abastecer a medio planeta si consigo que crezcan.

Semillas de besos y caricias que no sembraste ni en mi boca ni en mis manos.

Retiré las podridas, que no eran pocas, y todas aquellas semillas que se tiraban al suelo, las fui recogiendo cuidadosamente.
Al principio estaba furiosa, no estaba el panorama como para desperdiciar semillas de ese tipo y despilfarrarlas con tanta despreocupación, y las pocas que habías intentado sembrar nunca habían dado su fruto porque te olvidabas de regarlas y las dejabas a la sombra.

Pero luego pensé que aunque eras responsable de tus semillas, tampoco eras culpable del todo de no haber nacido con ninguna aptitud como agricultor, pero si eras culpable de no cambiar de oficio y seguir empeñandote en malgastar semillas cuando sabías de sobras que no podías cuidarlas ni esperar siquiera a que brotaran, sabías que debías abastecerte para cuando llegaran las vacas flacas, podrías haberte tomado la molestia en aprender, pero no.

Tú decidiste que serías el primer agricultor que vería nacer frutos donde no había sembrado nada.
Te sentaste en tu trono y empezaste a ordenar : tú crece! dame frutos dulces! aliméntame!
Así lo único que conseguiste fue cubrirte de malas hierbas, ortigas y cardos que dañaban la piel, que escocía en las heridas.

Y montaste en cólera, me culpaste de todas las malas hierbas que te herían, de las inclemencias del tiempo.

No seas tan desagradecido, si te lo dije desde el principio, era muy sencillo! sólo debías sembrar, regar de vez en cuando, procurar que a tus plantitas no les faltara el sol, ni que las piedras impidieran a las raíces crecer.

No me culpes ahora, si a tu estilo no has conseguido que brotase nada.

Sólo soy culpable de mis semillas, de haberlas dejado morir en una tierra que no era fértil.

No de que estén todos los campos verdes, y el tuyo no puede ser más árido.

No de que ahora llege el invierno y tan sólo puedes alimentarte de aire y desaires.




Aurora

1 comentario:

Aníbal del Valle Uría dijo...

A veces se encuentra buena tierra donde uno menos se lo espera. Y si las semillas son buenas, como es el caso (no lo dudo ni un segundo), crecerán fuertes y hermosas. Sobre todo si les cantas.