26 de octubre de 2009

Así nos conocimos


Le pedí con tanta insistencia a mi padre que me hiciera un dibujo, que creo que por no oírme más, acabó accediendo.

Alguna vez husmeando por sus libros y cuadernos de estudiante, me había quedado maravillada descubriendo algunos dibujos, eran simples trazos hechos con tinta o lápiz, algunos eran bastante antiguos, la mayoría eran árboles, olivos casi perfectos.
Cómo me hubiera gustado poder dibujar esos olivos con tanta facilidad y que me quedaran hechos un primor.

Ya casi estaba terminando el dibujo, "mi" dibujo, que no sólo era especial porque era mi padre el dibujante, sino porque me moría de ganas por saber si me había hecho uno de esos olivos que tanto me gustaban.

- Ya está. (me lo extendió.)
- Fírmalo, por favor! (sin querer mirarlo aún)

Mi padre sonrió y meneó la cabeza en una mueca, entre la modestia y el orgullo de que le pidieran un autógrafo como un gran artista.
No sé cómo describir la sensación que me produjo al ver lo que había plasmado en el papel, esta vez no era ningún árbol ...
eran dos gaviotas, una ligeramente más grande que la otra, volando casi ala con ala ...
Me quedé mirando a mi padre, y creo que fui consciente de que nunca nos habíamos conocido tanto como en aquel momento.
Aurora

1 comentario:

Aníbal del Valle Uría dijo...

¿Te fijaste en si la gaviota más pequeña tenía una cicatriz en el pico?

Ah, no, es verdad, que las gaviotas saben volar.